jueves, 24 de marzo de 2011

Páprika (borrador, primeros renglones)

Dormía. Un velador con una lámpara 75 watts encendido. Al lado, un reloj Tressa cuarenta minutos atrasado. Un libro acerca del Sha de Irán al lado de la cama, señalado en la página 150 por un fixture del mundial de Sudáfrica.
Soñaba un orgasmo. Un orgasmo larguísimo, que lo hizo entrar en pánico: "¿y si este orgasmo no termina nunca?". Estaba agotado y asustado. Y el orgasmo seguía.

Se acaba de despertar. El orgasmo felizmente había terminado, pero dejó sus secuelas. Estaba incómodo con el calzoncillo empapado en semen. Eran las 5:30 (hora Tressa). Se levantó inmediatamente para darse una ducha, con el corazón corriendo los 100 metros llanos. Sólo recordaba la última instantánea del sueño: la cara ensangrentada de una chica. No se acordaba que hubiese habido escenas de violencia. En verdad, el orgasmo consumía todo lo que podía recordar de esa noche. Se divirtió por un instante cuando concluyó que debía hacer muchas más cosas mientras dormía que en las horas de vigilia. Es cierto que no está teniendo días muy agitados últimamente.

El Sha está en problemas. El pueblo, desesperado, copa las calles de Teherán. No les importa morir. En Irak, Jomeini espera su momento. El duodécimo Imán volverá y se proclamará líder absoluto de la República Islámica de Irán.
Dejó el libro a un lado cuando le vino a la memoria el partido Irán contra Estados Unidos en el mundial de Francia. Ganó Irán 1 a 0. Un equipo boliviano se llama Oriente Petrolero. Pareciera que las palabras “oriente” y “petróleo” estuvieran unidas indisociablemente en el mundo, una relación simbiótica entre ambas, el cambio de paradigma de la fascinación del exotismo por el crudo de las entrañas. En las provincias orientales de Bolivia está el petróleo; en occidente, el altiplano, el enclaustramiento, el sueño de bajar corriendo la cordillera y sumergirse en un mar lleno de barcos peruanos y bolivianos hundidos hace más de un siglo. Toda la vida humana se cifra en una palabra: líquido.

Juan José Ceniza pensaba en esas cuestiones mientras se limpiaba meticulosamente los rastros del líquido de la vida, el líquido de la felicidad y la desgracia; como todo líquido, en definitiva.

viernes, 18 de marzo de 2011

La conquista del mundo y Alexandre en el siglo XXI

Me tiene un poco frustrado el asunto de tener que escribir una monografía sobre el Libro de Alexandre. La frustración que padezco tiene una doble vertiente:por un lado, la carencia de ideas sobre qué escribir; por otro lado, aun mucho más relevante, la cuestión de cómo puede encajar el mencionado trabajo en mi misión vital de conquistar el mundo.
El protagonista del Libro lo logra, sin duda. Casi se podría decir que en la materia propia del trabajo tendría que estar la clave de resolución de este dilema que me obsesiona y me tortura. La realidad, sin embargo, es que no encuentro la manera de que la monografía encaje de una forma coherente en mi noble aspiración y que termine cayendo inexorablemente en la indiferencia de la población mundial.
Pero también puedo decir que la frustración proviene en parte, justamente, de la materia sobre la que tengo que escribir. El protagonista, a mi edad, ya había conquistado buena parte del mundo; yo estoy en pañales, en la elaboración meramente teórica de un plan coherente en que las piezas encajen a la perfección para derivar en el inevitable triunfo de la empresa de conquista.
Estoy perdido en un laberinto cubierto de representaciones gigantes de Alejandro Magno que me pueden hacer perder tiempo valioso. Me es preciso tener en cuenta que el principal enemigo de las personas señaladas por un "destino vacilante" a conquistar el mundo es nuestro reloj biológico, la certeza de que la muerte puede tornar mi desorientación frustrante en una nimiedad.
Es mi primera encrucijada como héroe y en ella se cifra el futuro de la humanidad. Menudo problema.