domingo, 27 de diciembre de 2009

El flaneur de Lautaro

El título miente. Un flaneur recorre la ciudad sin rumbo; el personaje del cual voy a escribir, es una persona tan sedentaria como cualquiera de nosotros, o quizás un poco más. Su mérito, sin embargo, es ser sedentario en la calle y teniendo una ciudad de millones de habitantes a su disposición, con esquinas amplias, parques y demás.

El sujeto en cuestión eligió la esquina de Lautaro y Alberdi para vivir. No es un vagabundo, porque un vagabundo "vaga" sin rumbo fijo (como el flaneur, supongo, pero menos cool y más pobre). Este muchacho, como dije, es sedentario. Tampoco es un mendigo: nunca pide nada; las cosas que posee (un colchón desgastado por la intemperie, una botella de coca rellenada con agua, mate (se puede ver la yerba infaltablemente desparramada por la esquina), unas galletitas, y tan sólo una vez, lo vi variar su dieta con un tetra y una botella de vodka) las obtiene de una forma misteriosa. Sólo sé que siempre tiene plata para comprar cigarrillos.

En fin, el tipo tiene otra virtud, a saber, el misterio. El misterio es lo que motiva estos párrafos. El misterio de ser un outsider a la máxima expresión, porque no entra en ninguna categoría de outsider.

¿Por qué la esquina de Lautaro y Alberdi? El tipo vivía en Riccio y Alberdi, pero en la esquina hay una casa. Supongo que al dueño no le gustó que viviera debajo de la ventana de su living. La elección de la esquina de Lautaro (a media cuadra de Riccio) le causó menos problemas, porque en esa esquina hay un baldío. Y va a ser tierra baldía por mucho tiempo, hasta que amplíen Alberdi, ya que está prohibido construir ahí a causa de este proyecto que se pospone permanentemente. Si "humanizamos" esa esquina podríamos decir que es una outsider por dos motivos:
El primero está relacionado con el "boom" de construcción de edificios. Resiste al boom por la causa esgrimida anteriormente.
El segundo tiene que ver con un hecho que me resulta muy curioso: en el paredón que delimita el baldío, un vecino improvisó un cartel que indica el nombre de la calle. Es decir, esa esquina también resiste al dominio estatal desde que un privado se tuvo que hacer cargo de señalizarla. El vecino generoso hizo el cartel a imagen y semanjanza de los carteles del otro lado de la General Paz: azul con letras blancas. Es quizás una esquina que escapa de la ciudad y donde lo diferente empieza a tomar color.

En mi caso, como transeúnte asiduo de Alberdi, la opción del "tipo de la esquina" (no sé cómo llamarlo) significo que esa dicha esquina no me pase desapercibida y que resuelte un lugar que organiza el caos de la ciudad.
Me explico: en la ciudad, hasta en las calles que más frecuentamos, solemos ver un montón de rostros fugazmente y que se borran inmediatamente de nuestra memoria. En cambio, yo sé que es tipo va a estar ahí. Siempre está, salvo los días de lluvia, en los cuales sólo se quedan sus cosas; respecto a éstas, la gente guarda un respeto reverencial simplemente porque carecen de todo valor. En este momento puedo recordar al tipo con nitidez.

Es llamativo como los lugares en la ciudad cobran significado de maneras tan disímiles. La esquina de Lautaro va a tener gran relevancia para mí; al nivel del Congreso, la Plaza de Mayo y otros lugares cuya relevancia comparto con la mayoría de los porteños. La única diferencia es que el lugar al que me refiero tiene una relevancia con una fecha de vencimiento inevitable. Y esa diferencia (la palabra diferencia me parece clave) es lo que marca esta entrada; diferencia que hace que la ciudad en la que el estado pretende que reine la racionalidad y el orden (por suerte esto se les escapa seguido), aparezca lo incomprensible, el misterio, lo inclasificable. El tipo de Lautaro logra vivir al margen lejos de la frontera, y eso es un logro admirable. Este es mi humilde homenaje.

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