domingo, 3 de agosto de 2008

(...)

¡Qué va a ser de vos, Roque! Tu mente sigue funcionando como un scrabble, ¡y te tocaron unas cuantas doble v! Pero siempre encontrás una ligazón, ¡nada envidiable es tu talento!
¿Cuándo vas a tomarte las cosas en serio?
¿Cuándo vas a dejar de jugar? Homo ludens, perezoso...
¿Viste que leí? Leí que viste... estuve revisando tus notas; ¿para cuándo mi nombre? Ah, cierto, no vale nombres propios; ¿ no pensaste que lo que viste puede no ser verdad? ¿Cuántos vieron señales inciertas en rostros cariñosos? Vos también las viste y son inciertas, te lo juro, te lo juro YO.
Nada más incierto que un rostro cariñoso, ¿qué pensabas? ¿ acaso que la cortesía es cariño? Por favor, Roque, ¡dejáme en paz, imbécil! Fui educada bajo una estrella cruel y mi mano es de fuego; no quieras provocarme. Y agradecé que no estoy enojada, al menos, todavía...
Otra cosa: dejá de escribirme mails de látex, sí, huelen a látex, de esos látex que guardan en su bolsillo tus amigas de Palermo; bien trucho, bien vos.
¡Qué va a ser de vos! Te daría muerte y no tendría culpa... pero todavía no estoy enojada. Si querés mi mano de fuego la vas a encontrar, ¡me encanta cocinar! Perezoso, infantil...

Y así. Así cada noche. El día llega como un bálsamo traidor y Roque busca nuevas estrategias, nuevas palabras cada vez más complicadas que dan pie a jugadas maestras de su rival, a palabras simples y efectivas, palabras de mate. Sigue buscando hasta que le quema la garganta, y a veces un poco más. En cierta medida tiene la culpa de haber nacido en el siglo descartable y buscar la trascendencia.

¡Roque! Te deseché, perezoso, ¡de decimonónico sólo tenés el nombre! Rezumás siglo descartable, rezumás látex, ¡escuchá a tus amigos! Agradecéme, porque no estoy enojada. Me olvidaba: pasáme a buscar mañana para ir a la fiesta, ¿dale?; y por favor, no te olvides el scrabble.

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