viernes, 15 de agosto de 2008

Va a estar bueno Buenos Aires

Hasta hace unos pocos años, desde el balcón de mi cuarto, podía mirar a la calle a pesar de estar orientado hacia el pulmón de manzana. Ahora hay unos cuantos edificios que me lo impiden. No es una calle especial ni mucho menos menos, pero tiene un par de árboles tristes que es mucho más que un gran paredón triste. Es evidente que los legisladores del código de planificación urbana no repararon en mí. Eso me molesta mucho.
El vecino del último piso no tiene de ese problema, además de contar con el monopolio de una parte considerable de la terraza, con espacio suficiente para poner una pelopincho y un par de reposeras. A veces pienso que estaría bueno vivir en el último piso, pero me consuela pensar que el día que bombardeen a Buenos Aires o invadan la ciudad un grupo de paracaidistas de Marte, él va a estar un poco más nervioso que yo.
Ojalá el gran slogan gubernamental se cumpla, y venga Macri a casa y que, empapándose de la problemática, decida podar edificios, y construir tristes altos árboles para mi satisfacción; de esa manera, y sólo de esa manera, no recibiré con agrado al "enemigo" invasor.

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