sábado, 6 de septiembre de 2008

Un margen para la aventura.

Hay un escenario. Hay unos actores. Una oportunidad para ser John Howell.
Podés mirar la obra tranquilo y juzgarla; pero un gesto decidido del director hacia una puerta lateral puede cambiar tu experiencia radicalmente. ¿Por qué te eligieron a vos?
Hay un margen para el azar.
Y ni siquiera es necesario que vos seas John Howell por la calidad proteica de cualquier personaje de ficción. Pero te eligieron a vos y no te quedó opción. Otro actor va a tomar tu lugar en la ficción si te echan a patadas del escenario, ¿pero vas a poder escapar de ser John Howell?
Tu esposa (o la actriz con ese papel) te dicta una misión, en plena función; sus palabras no las comparte con el púbico, y te decís a vos mismo: "puta, ¡hace cinco minutos yo era el público!" Todavía no entendés nada.
No dejes que me maten. Esto se pone heavy.
Y te resuenan en la cabeza esas palabras, alternándose con las del director: "usted no es un actor. Usted es Howell."
Sí, por primera vez no estás al margen de los acontecimientos.
Entonces, cabe preguntarse si la responsabilidad queda o no al margen, considerando que te fue dada una misión.

Hay un escenario, y los actores son muy hábiles. De todos modos, si te lo proponés, podés dejar a esos actores balbuceando incoherencias y poner la obra... ¿En peligro? ¡Pero si el público aplaude a rabiar! Pero sí, está en peligro. ¿Será porque sos Howell? No, es porque la aventura tiene un límite espacial y temporal y todas tus acciones deben ser configuradas por quién con un gesto decido indicando una puerta lateral, te metió en el centro de la escena.
Lo único ficticio en esta obra es la libertad. Lo real (quizás sea un poco aventurada esta palabra) es la libertad para hacer lo que debés hacer. La moral kantiana se encargará entonces de llevar a tu aventura al final más trágico, que tal vez no sea la muerte, sino el no saber que estás en una aventura, o peor aun, dudar de si es verdaderamente (otra palabra fea) tuya la aventura que estás viviendo.

¿Sos John Howell o un usurpador? Qué sé yo; lo único que sé es que estás metido en una aventura. Y estás hasta las tetas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

la angustia de ser un actor, y que la lilbertad esté tan signada. me gusta el tipo que tiene la angustia de seguir un papel. En realidad, la historia es una excusa, es su lugar en la vida, tener que accionarlo, hacerlo efectivo, lo que lo angustia
ahi va mi visión.

Anónimo dijo...

Sí, es cierto...creo que por ahí pasa la angustia: en el tener que tomar el papel. Siempre está la sombra del peligro de arruinarlo todo. La angustia está más que nada puesta en un lugar donde no le queda otra que actuar y de donde no se puede volver atrás o renunciar...vivo.