lunes, 19 de mayo de 2008

Si pudiera cogerme a arturo

No me quise bañar antes de ponerme a escribir. Soy ruin. Si Rimbaud se sentó a la belleza en sus piernas, yo ayer me senté a la ruindad. Estuve inmerso en la degradación voluntaria. Y cara. Las piernas y la piel colgando. La posibilidad de ser una persona. El amor no correspondido. No te quiero, sos algo vacío. Sos una realidad. Sos una situación que me desagrada. Sos la marca de agua en la parte de atrás de esta sociedad que se va a la mierda. El sello que garantiza que vayas donde vayas no cambia nada. Que Rimbaud se garchó negros en Argelia. Que la situación es extrema en todas las partes del espectro. Convencimiento y dolor. Hay que convertirse y sufrir. El olor surge entre las ropas sugiriendo escenas invisibles. Situaciones en negativo. La calamidad y yo. Necesitar no ser virtuoso. Ser objeto de una emanación seminal. Inventar un poco de correspondencia virtual con uno mismo. Y mientras avanzo en la grasa del día, mientras pierdo mis últimas 12:48, me desvirtúo para siempre. No puedo volver atrás. No por una situación en particular. Ya soy miembro de la desgracia y la degeneración. Soy parte del mundo oscuro para siempre. Todo lo que hago es en función de eso. Mi participación en los ritos satánicos no me define más, porque mi identidad es eso, y empiezo a definir al rito en sí. No necesito a ninguna característica conexa al círculo de vicios para ser un vicioso. Las musas que me persiguen tienen pocos dientes y el culo flojo. Y sus besos son vacíos, y su inspiración es podrida, y mi dios creativo no es un borracho que baila. Mi eje no es la complementación antitética. Mi régimen de vida se paraliza constantemente ante una deidad drogada que representa a la virtud. Un icono empañado. Conrad transitó esta senda o le tuvo miedo. Ya no hay vuelta atrás. El YA es un YA de antaño. Nada me sorprende. Nada me obliga a sentarme a escribir. Nada salvo el olor a ruindad. Nada salvo la ausencia de conciencia. No juguemos con el límite perverso de nuestra carisma. Sigamos en esta senda. Algo de ello hay. O es un cambio. Un cambio que implica riesgos. Y eso lo vuelve virtuoso, no sus características de viciado.
La ruindad se vuelve un modo de vida, y surge la beatitud entre las tinieblas que se forman. La sonrisa envuelta en un marco de futuro pasado y presente licencioso. Nunca hubo mayor sinceridad que saberse dueño del momento, que abrazar a la traición irracionalmente y acelerar contra un acantilado de enfermedad que me lleva hacia la locura. Cómo habría de enojarme si soy la causa primera de la desidia.
Ano Nimio

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y mientras avanzo en la grasa del día...
Y sí. Esta ciudad es grasa, esta compu es grasa, este dia es una mierda muy grasosa.
Lo podemos leer en el sentido literal y en todos los sentidos posibles, si cabe? Yo también me cogería a arturo.
Saludos